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Virtudes y valores

Adicción en los adolescentes ¿La culpa es de la dopamina?

 La adicción en los adolescente es un tema que preocupa y motivo de conflictos en muchas más familias de las que podemos creer…

Los adolesentes están en una etapa en la que se busca constantemente  todo aquello que suponga novedad, experiencias motivadoras, vivir a tope. Y en ocasiones esto conlleva experimentar con las drogas u otras sustancias o cosas que les crean un enganche muy perjudicial y les puede lleva a la adicción.

Pero, ¿esto a qué se debe? ¿nos quieren volver locos a los padres o hay algún otro motivo?

¿La culpa es de la dopamina?.

Debido a que es un tema bastante actual, que suscita mucha preocupación familiar y es muy profundo, os traigo un mega artículo.

Vamos a verlo!!

¿A qué se debe la adicción en los adolescentes?

La causante de que sintamos satisfacción tras concluir una tarea propuesta, al terminar un trabajo a tiempo, al pedalear hasta la cima de una montaña o tras tocar correctamente una pieza de música, la tiene la dopamina.

Es una peculiar sustancia que tenemos en el cerebro que es muy útil y necesaria pero que también puede ser la causante de que el adolescente acabe enganchado a todo aquello que le provoque placer: drogas, alcohol, video juegos, redes sociales, pornografía…

¿Es realmente la dopamina la única culpable de adicción que pueden tener los adolescentes?.

No existe un único perfil de adolescente que sea candidato a dejarse arrastrar sin control por la búsqueda de este placer inmediato, pero sí que se dan una serie de características comunes propias de un tipo de educación durante la infancia y niñez, que lo favorecen.

Cito, entre otras, las posturas de los padres de cara a educar al hijo que pueden influir tremendamente en los adolescentes y la adicción:

Niños hiperprotegidos: se les ha intentado anular todo sufrimiento reflejado en muchos ejemplos de la vida cotidiana. Se me viene a la cabeza un ejemplo en relación al esfuerzo que han de tener por hacer sus tareas y responsabilidades: los grupos de WhatsApp.

Muy ameno funcionan como agenda para los padres, piden las tareas que debían de haber anotado los hijos y se las dicen a éstos. O las tareas de orden y limpieza de las que se desentienden en cuanto pueden y los padres terminan por hacérselas. Incluso se involucran más de la cuenta en los  conflictos con compañeros solucionándoles el asunto.

Darles libertad de elección en decisiones ante las que aún no pueden decidir con madurez.

Qué y cuándo comer,  donde pasar el domingo en familia, cuando hacer los deberes, qué modelito ponerse cada día aunque sea inapropiado…

No recibir un “no” como respuesta ante peticiones innecesarias: caprichos comprados por gusto o por su insistencia, donde dormir cada noche: en su cama o en la cama de los papis, ir a todas las fiestas de cumpleaños, horarios de salidas según el resto de amigos, ver la televisión o jugar cuando le apetece, comer sin horarios fijos…

No enseñarle a esperar: recibir inmediatamente la petición de chucherías, móvil, tablet, juegos, viajes…
Se podría alargar la lista, pero esto es una muestra de lo que se da desde  la infancia de un niño al que no se le está enseñando a autocontrolarse en sus instintos, impulsos, a todo aquello que le apetezca hacer o recibir. Fomentando así cada día más ese mal hábito de recibir sin esperar y de colmarle de placer continuamente.
Esta búsqueda de satisfacción dirigiendo la voluntad hacia aquello que se antoja, sin un juicio previo, va modelando el perfil de un niño que sin querer se volverá cada vez más egoísta, irá perdiendo la capacidad de tomar decisiones críticas, maduras y con inteligencia.

¿Qué consecuencias tendrá esto en el hijo y qué tiene qué ver con la adicción en los adolescentes? Vamos a verlo:

Un hijo expuesto a la educación anteriormente citada será un chico:

Débil, pues no tendrá fortaleza para decir “no”, sino que se dejará llevar por su apetencia hasta conseguirlo, sin un mínimo de autocontrol.

adicción en los adolescentes, ¿la culpa es de la dopamina?

Caprichoso, que se mostrará incluso irascible, malhumorado y violento si no logra ese objetivo.

Egoísta, egocéntrico, cuya visión del mundo está centrada primero en sí mismo, teniendo en cuenta tan sólo al otro tras haber colmado o previsto su propia satisfacción cubierta.

Inseguro, mientras no logre satisfacer su objetivo, no se sentirá bien consigo mismo y por lo tanto se mostrará inseguro y con la autoestima baja, sin capacidad de encontrar otras alternativas más ideales, propenso a la depresión.

Desorientado, sin conocer el sentido de su vida, ¿he venido al mundo para llenarme el estómago y mirarme el ombligo o hay algo más?.

Cuando llegue la adolescencia, sobre todo entre los 13 y 19 años, como nos recuerda Daniel J. Siegel en su  libro Tormenta cerebral:

El mecanismo de dopamina reacciona con más fuerza, liberándose una enorme cantidad de esta sustancia que estimula su comportamiento de gratificación y búsqueda de sensaciones.

Por lo tanto, estamos ante un adolescente que se verá sometido a un cambio radical en su cuerpo y que le arrastrará a la búsqueda constante de la novedad. Esto puede llevar a la ta temida adicción de los adolescentes.

¿Qué deben saber los adolescentes sobre estos cambios que experimentarán y su relación con la adicción?

Es importante conocer que la dopamina se segregará más cuanto mayor sea la recompensa recibida, la cual es sin duda el placer. Por lo cual, estamos ante una sustancia que se retroalimenta cada vez que el adolescente recibe placer al ver imágenes que le exciten, como puede ser el caso de la pornografía, consumir sustancias como las drogas y el alcohol, o recibir satisfacción mediante la alimentación o el sexo.

Conviene tener en cuenta que el hábito de buscar y satisfacer de continuo nuevas experiencias, lleva al adolescente a un cambio de conducta.

Esta afirmación puede verse reflejada en una modificación de su percepción de la realidad, como nos sigue recordando el autor de este libro anteriormente citado, llegando incluso a considerarse como una especie de viaje espiritual.

Según las investigaciones cada vez son más los adolescentes que al menos han probado alguna sustancia o realizado algún hábito que puede ser adictivo, sea internet, redes sociales o sustancias.

Sin embargo, la diferencia de que se acabe enganchando o tan sólo sea una experiencia más, pasajera, depende en buena medida del perfil de la educación que en la infancia haya vivido de lo que he hecho mención más arriba. Y por supuesto, de la educación que siga viviendo en su hogar durante estos años.


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Cuando un adolescente ha sido educado en el respeto al propio cuerpo y al del otro, tendrá una gran fortaleza interior. Cuando se le ha enseñado que este cuerpo no lo tenemos para buscarnos placer sino que ha sido creado para amar, su vida tendrá otro sentido.

Y este amar incluye que no es tener sexo con el otro, sino entregar en una vida fiel, comprometida para siempre y fecunda, la vida al amado. Así difícilmente caerá en las relaciones promiscuas, en la pornografía y en cualquier adicción.

Cuando un adolescente se sabe amado y aceptado por su familia pero sobre todo y ante todo, por Dios, no tendrá esa necesidad de buscar el afecto o consuelo por baja estima mediante las borracheras  o el subidón de las drogas. Eso no le satisfará tanto como el saberse colmado de amor.

Hace algunos años nos recordaba S. Juán Pablo II en la Exhortación apostólica Familiaris consortio del año 1981:

“La educación para el amor como don de sí mismo constituye también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos una educación sexual clara y delicada. Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona, (cuerpo, sentimiento y espíritu), y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor”.

Sin embargo, el ambiente inclina a la hipersexualización de todo (desde cuentos y dibujos infantiles, series juveniles, publicidad, video juegos, moda…)  sin apenas límites. Pero paradógicamente las personas se preguntan por qué hay tanta violencia en las parejas y tantas  violaciones.


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Estamos frente a una sociedad que normaliza las borracheras y mira hacia otro lado ante su venta y consumo en las calles pero se escandaliza del alto índice de comas etílicos.

Se asustan del consumo de drogas cada vez más duras pero lo que las campañas antitabaco les toman la delantera con creces. O también la facilidad con que se puede acceder a contenido pornográfico ya no sólo en papel, sino en cualquier dispositivo tecnológico, a través de cualquier red social.

Y ni que decir de la repetición constante de letras de canciones degradantes para la mujer.

La educación  con un mínimo de valores y virtudes se le quedará grabada para siempre al hijo aunque parezca en ocasiones que se ha desvanecido.

Unos hábitos que fomenten el desarrollo integral hacia una madurez en cuanto al comportamiento: la voluntad, la fortaleza, el autocontrol, rodeado de amor, de reglas coherentes… y un sentido en su vida… no puede caer en saco roto.

Sin embargo tal y como está la sociedad no es de extrañar que pueda llegar a, al menos probar,  alguna de estas adicciones.

No podemos olvidar  que, tal y como ya he comentado, en la adolescencia se dan los ingredientes necesarios para que busque las situaciones más arriesgadas, lo cual en grupo y cuanto más joven se sea, aumenta la probabilidad.

Esto incrementa unido a  la competitividad del “y yo más”, a la chulería de… ¿quién bebe más? o al reto de ¿Quién tiene más relaciones en un fin de semana o en una noche? … Algunas personas al beber experimentan cambios en la personalidad, se les anula por completo su capacidad de juicio, de memoria…

Lo que también es necesario que sepan los adolescentes es que el alcohol crea adicción y que con cada borrachera, miles de células cerebrales mueren y son irremplazables.

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Especialmente las neuronas que controlan la atención y la memoria. Es por ello por lo que el futuro en cuanto a los estudios y la vida laboral se puede ver muy seriamente perjudicada sin retorno.

Otro aspecto que los adolescentes han de conocer es que el consumo de todas estas sustancias y acciones mencionadas se hacen adictivas con el tiempo porque el cuerpo cada vez necesita más dosis.

Lo consumido al principio, al cabo de unos días se queda corto. Convirtiéndose en una estado mental que comienza a necesitar. Esto es porque el cerebro empieza a acostumbrarse a esa droga, a esa cantidad de alcohol o a esas imágenes y necesita más para que se libere más dopamina y por lo tanto pueda llegar a dar el placer buscado.

Por lo tanto podemos llegar a encontrarnos con un adolescente que de consumir por seguir el rollo social de los amigos, pase a consumir por necesidad, enganche y adicción.

Se observará también como  va cambiando progresiva y radicalmente el comportamiento tanto en casa como en el centro de estudios. A su vez se irá alterando la percepción del mundo que le rodea, sin ser capaz de percibir si algo es realmente peligroso e incapaz de controlar esa búsqueda de gratificación.

Características todas muy comunes en la adicción de los adolescentes.

Muchos jóvenes han muerto en la carretera por no haber sido conscientes de que estaban corriendo más de la cuenta o de que la curva la habían cogido mal. Tan sólo en esos momentos todo eran risas, subidones, placer… hasta que todo se acabó de golpe.

¿Qué hacer ante este panorama tan desalentador?.

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Como la dopamina está ahí y no podemos ni debemos eliminarla, sugiero algunas ideas a modo de resumen:

Yo diría que rezar mucho… pero como sé que eso ya se supone, indicaré algunos consejillos para tener unas pautas educativas.

Educar desde la infancia con sentido común, amor, dedicación y unas virtudes fuertes, sin caer en la permisividad fácil.

Estar atentos de las novedades, informados sobre las amistades, los lugares que frecuentan, controlar los horarios, redes sociales.

Ocupar al hijo con actividades enriquecedoras.

Hablarle sobre la verdadera razón de ser del cuerpo humano, la sexualidad, el sentido de la vida, el amor…

Informarle de noticias y consecuencias de las sustancias adictivas, la prevención es la mejor arma.

Ser firmes ante las primeras recaídas si las hay, explicando con amor pero con firmeza las consecuencias de los actos.

Y sobre todo, y ahora sí, rezar mucho y encomendar este hijo a María para que lo proteja en todo momento y lugar.

Entonces, después de lo expuesto nos podemos preguntar:

¿La culpa de la adicción en los adolescentes es de la dopamina o de la educación familiar recibida?

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Un saludo, la Paz y hasta pronto!!

ALICIA BEATRIZ MONTES FERRER

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