Cuentos y reflexiones de la vida,  La Biblia y sus relatos

EL BECERRO DE ORO EN EL SIGLO XXI

Muchos conocemos la historia que se nos narra en el Libro del Éxodo sobre “El Becerro de oro”.

Podríamos aprovechar lo que nos transmite para mostrar mediante sus enseñanzas la gran actualidad que tiene.

Está tan presente hoy en día que se podría decir que ese becerro se ha convertido en la esperanza de muchos adolescentes, jóvenes y adultos, que sin apenas darse cuenta, danzan y danzan alrededor de esta gran estatua fabricada en honor de una falsa prometida felicidad y seguridad.
 

¿Quieres saber por qué es tan actual el relato de «El becerro de oro?

Esta historia nos narra los acontecimientos que experimenta el Pueblo de Israel.

Este pueblo que fue escogido por Dios para amarlo y protegerlo, para regalarle la plena felicidad, la Tierra Prometida.
Durante muchos años estuvieron esclavos en Egipto, trabajando duramente y con una vida llena de dolor. Clamaban a su Padre del cielo por la liberación y el Señor escuchó su sufrimiento, liberándoles por medio de Moisés.
Ellos comenzaron a caminar, guiados por Moisés que seguía los mandatos de Dios, por un camino que no conocían y durante mucho tiempo vieron como fueron atendidos en sus necesidades: saciaron su hambre, tuvieron protección…
Fiándose de Él todo era más fácil, no tenían que preocuparse, tan sólo fiarse de su Promesa.
Al cabo del tiempo, llegaron a un lugar al pie de un monte llamado el Monte Sinaí, donde Moisés subió para recibir las Tablas de la Ley, los mandamientos que les iban a ayudar para alcanzar la felicidad ansiada en sus vidas.
Sin embargo, como Moisés tardaba en bajar, comenzaron a dudar, sintieron miedo ante la soledad, las dudas acerca de la Verdad de ese Dios les cegaron y decidieron fabricar con sus joyas un becerro de oro.
Creían que a este dios sí que podían tocar, ver y adorar como su verdadero dios.

Pensaban que este Becerro de oro sería el que les protegería y daría seguridad, del que decían que les había liberado de su esclavitud..

… se olvidaron de Él y le dieron la espalda adorando a otro dios inventado por ellos (Éxodo 32).

 

El becerro de oro en el siglo XXI
Esta historia me hace recordar a tantos adolescentes y jóvenes que, por lo general, tras vivir años de infancia en una burbuja de protección, cuidados y amor al amparo de sus padres, caen en la tentación de escapar de ellos.
Provienen  de familias donde, por lo general, se les han intentado educar lo mejor posible y dan la espalda a todo lo recibido. Reniegan de esa educación y se lanzan a buscar la seguridad y protección a lo que la sociedad les ofrece.

Son becerros de oro escondidos tras la droga y el alcohol que les ayuda a huir de su realidad, a deshinibirse, tras la sexualidad desde edades precoces, la doble vida reflejada en las redes sociales, incluso lo vemos en la violencia y delincuencia…

Se presentan como dioses que les prometen una vida a tope, llena de sensaciones placenteras.
Una vida donde no tienen que someterse a unos mandamientos que sienten les coartan su libertad y donde lo importante es divertirse y buscar la felicidad como le venga bien a cada uno sin importar los otros.
En la actualidad podemos apreciar cómo el ritmo de niños con problemas de aprendizaje y de conductas problemáticas va en aumento.
Según las estadísticas, se ha notado un aumento del 37% en la depresión adolescente y un 200% en la tasa de suicidios entre los 10- 14 años. Esto bien lo pueden corroborar los psicólogos y orientadores cuyas consultas están llenas.
Por otro lado, el consumo de drogas, alcohol y el comienzo de las relaciones sexuales completas se está llevando en edades cada vez más tempranas, como en otros artículos he analizado. Hace unos años podíamos hablar en torno a los 16-17 años, ahora la media oscila entre los 12-13 años.

¿Qué está pasando?

En comparativa con hace unas décadas, podemos hallar jóvenes que teniéndolo todo, que acomodados en una vida más o menos estable, con un futuro prácticamente asegurado… Carecen de un sentido real que les sostenga su vida. Son incapaces de apreciar eso que se les regala.

Chicos que no tienen un objetivo claro hacia el que dirigir su vida, y lo que es más importante, no tienen una visión responsable de su propia existencia como personas llamadas a la trascendencia en todos sus actos.

Donde los principios y valores, si han recibido algunos, quedan anulados, al menos durante unos años muy cruciales, en favor de una vida al margen de lo que supone un orden moral.
En este artículo te explico las consecuencias, sobre todo, en los adolescentes.
Llegada la edad de la adolescencia, en muchas ocasiones dejan de ser esos niños obedientes que se sentaban a tu lado comiéndote a besos. Comienzan a dar malas respuestas, a saltarse las normas de los padres, a renegar de sus obligaciones.

Como el pueblo de Israel, que no quiere experimentar el sacrificio que les puede suponer el obedecer, aunque aceptar este sufrimiento y esta obediencia les suponga la línea que separa la vida de la muerte.

Y van cayendo en lo que toda persona podemos experimentar si apartamos de nuestro lado el Amor de Dios que invita a salir de uno mismo: un egoísmo aplastador que hace mirarse tan sólo al ombligo.
Entran en una exigencia continua, buscando llenar esa inquietud que genera el buscarse a uno mismo con el placer, la riqueza, la diversión sin límites…
Jóvenes que se esclavizan de sus propios deseos, los cuales crecen y crecen sin parar, que dirigen su comportamiento según lo que les apetezca, no lo que les conviene.
  Deciden hacer esto o aquello en base a un egoísmo que les hace ser cada vez más débiles, sin voluntad, sin la mínima capacidad de esfuerzo hacia lo que pudiera resultarles demasiado difícil aunque supusiera conseguir llegar a la Tierra Prometida: esa felicidad que ansían, y sobretodo, haciéndoles incapaces de amar a los demás incondicionalmente.
 

El  Becerro de oro en la sociedad se presenta escondido. 

Los podemos hallar detrás de las necesidades que nos hacen tener los medios de comunicación, la mentalidad consumista: ser más guapas, estar más delgados, tener un cuerpo diez, disfrutar de un sexo seguro, darle al cuerpo marcha, gusto, alegrías y mucho placer… tener dinero en abundancia, ir a la moda, tener éxito entre los amigos, viajar mucho…
La sociedad que les ha tocado vivir invita a una vida hedonista e individualista. Es incesante la tentación de caer en esa relativa vida cómoda, fácil y divertida, sin demasiadas responsabilidades que les quitan parte de su tiempo o su supuesta felicidad.

Para los jóvenes estos falsos dioses, estos becerros de oro,  son como promesas vacías de una felicidad inmediata pero fugaz.

Quizás aún les falta experimentar en sus vidas, como pieza clave, que el único que puede realmente llenar  de felicidad plena es Dios.
Todo lo demás son parches que van llenando huecos que siguen sin sanar.
Eso sí, Dios se toma su tiempo para regalarnos aquello que necesitamos. La impaciencia nos puede hacer pasar una mala jugada cuando no vemos lo que le pedidos realizado pronto. Por esto hace falta la virtud de la paciencia como te explico en este vídeo de mi canal de YouTube.
No olvides que Dios sabe lo que te conviene y cuando para tú bien. Dios te busca para hacerte feliz.
El Pueblo de Israel, cuenta el relato, tardó 40 años en llegar a esa Tierra Prometida. Pero no fueron ellos, sino sus descendientes perseverantes y fieles al Señor, los que pudieron gozar de ella.

¿Te encuentras a los pies del Monte Sinaí danzando alrededor del Becerro de Oro, pensando que esa vida es la que tú necesitas para vivir bien?. ¿O estás en camino por el desierto, rodeado de sufrimientos y sin saber cómo salir de esa situación?…

No olvides que Dios está a tu lado, esperando a que confíes en que Él te puede llevar a experimentar una Nueva Vida plena y feliz.

Dios pone a nuestro lado un Moisés para ayudarnos a caminar por donde no sabemos ir.
Quizás lo tienes más cerca de lo que crees pero te resistes a seguirle por donde te invita a caminar…

Espero y deseo que te haya aportado mucho bien este relato y si es así, compártelo.

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Un saludo, la Paz  y hasta pronto:

ALICIA BEATRIZ MONTES FERRER

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