La paternidad responsable
Amor,  Defensa del Cristianismo

La paternidad responsable. La vocación del matrimonio cristiano.

La paternidad responsable. La misión del matrimonio cristiano.

Para tratar el tema de la paternidad responsable primero hemos de aclarar a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos tanto del hijo como de los padres.

Para ello me voy a centrar en la respuesta que da el Magisterio de la Iglesia, un gran tesoro por explotar. En concreto la Carta Encíclica de S.S. Pablo VI «Humanae Vitae«, así como la Exhortación «Evangelium Vitae», me van a servir de apoyo bibliográfico entre otros.

¿Qué es un hijo?

El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento[1].

Esta es la clave, en mi opinión,  para entender tanto la paternidad responsable como la belleza de la fecundidad en el matrimonio. Cuando el hijo es considerado como un don, un regalo que Dios nos regala según su voluntad, todo lo demás toma sentido.

Paternidad responsable

¿Qué es ser padres?

Pero para percibir  qué es ser padres y así su misión de la paternidad responsable, primero se ha de perfilar el significado del amor esponsal. Esto ya lo tocamos en el artículo en el que hablamos del matrimonio y la familia cristiana.

Pero tampoco podemos dejar de lado la singularidad de la naturaleza de las personas como varón y como mujer. Esta es la base para entender la comunión de las personas en su vocación al amor.

Si el matrimonio es un simple contrato, si ya no tiene en sí el significado original y se va diluyendo a favor de otras uniones afectivas, lógicamente el concepto de un hijo no se puede percibir plenamente. No sería más que como algo que se adquiere por derecho y por elección según el antojo de los padres.

Esta visión queda muy alejada del fruto del amor de los esposos dentro de una vocación específica  a la que Dios les ha llamado para amarse y manifestar el amor de Dios del que todos somos imagen

Porque al olvidarse que somos reflejo de nuestro creador y que nuestra vida tiene sentido en el marco de una entrega de amor incondicional hacia el otro, (el esposo o la esposa en el matrimonio), no podremos valorar el significado último de la vida.

Tampoco podremos comprender qué es el matrimonio ni qué es un hijo, ni por lo tanto, qué es la paternidad responsable.

Toda esta falta de percepción de la llamada a la fecundidad de los esposos en una vida abierta a la vida tiene su origen en la ausencia del conocimiento del sentido de la vida.

El sentido de la vida.

El ser humano, despojado de su sentido trascendente, vive centrado en su vida terrenal que necesariamente le encierra en sí mismo despojándole de su entrega generosa en la apertura a los demás sirviendo por amor.

El hombre terreno desconoce la verdad de su existencia y tras falsas experiencias fugaces de felicidad, se contenta con su vida cómoda.

Este hombre que busca esa felicidad no conoce al que llena plenamente la realidad humana y transforma el corazón duro en una fuente de vida inagotable, como nos recuerda el Evangelium Vitae

Por la fe en Jesús, « autor de la vida » (cf. Hch 3, 15), la vida que yace abandonada y suplicante vuelve a ser consciente de sí misma y de su plena dignidad.

Esta dignidad reflejada en la obra creadora de Dios del que somos imagen y semejanza, nos convierte en los dueños de la vida y responsables de ella en este mundo terrenal. Ya el relato del génesis lo recuerda y la Iglesia, portadora de su mensaje, nos lo hace conocer constantemente llamándonos a colaborar en la creación de Dios siendo responsables de ella, cuidándola y cooperando con El en la apertura a la vida.

Porque este es el fin del hombre, el encuentro definitivo con Dios que tan sólo será posible teniendo un encuentro con el otro.

Matrimonio fértil- matrimonio fecundo

Este encuentro es, en la vocación del matrimonio cristiano, sacramento instituido por Cristo. Es el “tú a tu” de los esposos que se convierten en un “nosotros”, “una sola carne” y podrán encontrarse en sus hijos a los que se entregarán por amor.

De esta manera, estos esposos serán fecundos en la medida en que sus vidas sean un darse incondicionalmente en servicio como amor que realiza el encuentro de Cristo que nos ama hasta la muerte en la cruz. Es una comunión íntima cuyo amor se fortalece y se realiza plenamente en esa entrega completa y radical de los esposos que asumen y aceptan la capacidad de poder ser padres si así Dios lo quiere para el bien de ambos y la humanidad.

Sin tener esto presente, difícilmente de los esposos podrán salir buenos frutos. Al no haber un amor centrado en Dios que es amor infinitito, podrán en su caso ser fértiles, es decir, tener hijos biológicos, pero no frutos de una buena tierra fértil. Pues no es lo mismo ser fértil que ser fecundo.

Un matrimonio centrado en sí mismo a modo de “egoísmo a dos”,  terminará posiblemente mezclado con los abrojos, se topará con piedras duras y finalmente, ese amor inicial de los esposos, podrá quedar en nada a pesar de la prole que haya llegado. Esto se constata con el tan enorme aumento de divorcios.

¿Cuántos hijos se han de tener?

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Otra cuestión que puede surgir de este planteamiento sobre la paternidad responsable es el número de hijos que se han de tener.

Aún y erróneamente, se considera en algunos sectores de la iglesia que cuantos más hijos tenga una familia, más cristianos son y por lo tanto más fecundos.

A su vez, a la inversa, podríamos pensar que los que tienen pocos hijos e incluso ninguno, poca vida de entrega tienen.

Sin embargo, ni lo uno ni lo otro está sustentado en argumentos sólidos si no se tiene en cuenta la ley natural  sobre la que ese matrimonio se sustenta. Su base moral deberá estar reflejada en esa Alianza de Dios a su pueblo o de Cristo a su Iglesia.

Las circunstancias de esos esposos no se pueden juzgar a la ligera.

Muchos son los matrimonios cristianos que por diversas circunstancias no tienen hijos, en gran parte por padecer algún impedimento físico que les hace ser infértiles, pero sin embargo, esa apertura a la vida la realizan plenamente desde otras esferas o en otros aspectos y son muy fecundos: cuidado de ancianos, familiares enfermos, hijos de otros matrimonios, servicio en la parroquia…

Al fin y al cabo la cuestión que hay que plantearse es si eso que haces es una vida de servicio por amor a los demás o te estás buscando a ti mismo egoístamente. Porque de cómo hagamos las cosas depende nuestra vida en el cielo.

Por esto, es sumamente importante lo que debemos de tener en cuenta a la hora de querer regular un matrimonio los hijos:

Primero rezar para que el Señor les de discernimiento y reflexionar sobre las causas verdaderas que les lleva a dar ese paso. Porque evidentemente Dios en su infinita sabiduría, ha sabido hacer de la mujer un ser capaz de cíclicamente ser más fértil o menos con señales físicas para su conocimiento y de esta manera, poder gozar el hombre  y la mujer de una relación casta y amorosa respetando al otro en cada etapa.

La paternidad responsable por tanto, ha de ir dirigida en este sentido. No tiene nada que ver como algunos aseguran de ser responsables con la educación de los hijos, pues eso es evidente como deber de los padres.

Tampoco consiste en decidir el número de hijos si eso significa no querer tener más de 2 o 3, pongamos un ejemplo, por motivos egoístas. Y al referirme a motivos egoístas voy en la línea de querer tener más tiempo para uno mismo, menos disgustos, poder invertir en vehículos de gama más alta, viviendas más caras o el armario lleno de ropa.

El mundo está lleno de personas con sus deseos materiales cubiertos y muy infelices.

La regulación de la maternidad.

La paternidad responsable tiene por lo tanto un papel fundamental dentro del matrimonio cristiano.

Para concluir y en resumen hemos de tener en cuenta varios aspectos:

En un primer lugar.

Tener bien clara la vocación matrimonial centrada en un amor incondicional donde la búsqueda egoísta personal no puede tener cabida. Un amor que se entrega al otro buscando el bien de su cónyuge y que lo hace completamente: cuerpo y alma.

En un segundo lugar.

Este amor esponsal es plenamente fiel a su vocación cuando no pone impedimentos a la llegada de los hijos que Dios quiera regalarles como un don, un regalo. Pues los hijos son hijos de Dios y nosotros sus humildes colaboradores para esta gran obra creadora.

La Humanae Vitae nos cita en relación a este amor de los esposos:

“Es…un amor fecundo, que no se agota en la comunión entre los esposos, sino que está destinado a prolongarse suscitando nuevas vidas

A su vez, los esposos no han de olvidar que este amor matrimonial ha de estar centrado en una vida casta. Así los instintos que nos llevan a buscar al placer, han de quedar bajo el dominio de la inteligencia de la que Dios nos ha otorgado para dirigir nuestra voluntad hacia lo que nos enriquece.

De esta manera, la paternidad responsable incluye, no solo conocer los ciclos biológicos del cuerpo si no el saber permanecer en castidad y fidelidad durante el tiempo oportuno. Esto se dará si es necesario evitar la llegada de otro hijo un tiempo o indefinidamente. Lo cual bien pudiera ser por causas económicas muy graves, enfermedades u otros asuntos. Nunca por otros intereses alejados de la apertura a la vida incondicionalmente. Como podría ser por miedo o egoísmo.

De ahí se entiende que los métodos artificiales no son aceptados por la Iglesia y los cristianos debemos de respetarlo. NO por imposición de la Iglesia si no porque romperíamos entonces el sentido verdadero de lo que es el amor de los esposos, su misión y lo que es un hijo.

Y hasta aquí estas líneas en las que  hemos analizado algunos aspectos de la paternidad responsable. Espero que te hayan ayudado.

Un saludo, la Paz  y hasta muy pronto:

ALICIA BEATRIZ MONTES FERR

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