Si practicáramos más el perdón entre nosotros, el mundo sería casi perfecto.
Estoy plenamente convencida de que el perdón es clave para la armonía familiar.
Pero en bastantes más ocasiones de las que pensamos, ese problema generado se debe a la ausencia de un perdón verdadero a tiempo.
¿Quieres saber por qué creo que el perdón salvaría tu relación?
Hay momentos en que no es difícil sentir incluso rechazo y odio hacia el que te ha ofendido, ¿verdad? Por lo que en esos momentos que se de el perdón es casi imposible.
Dejar transcurrir un tiempo en estos casos puede ser beneficioso para calmarse y reflexionar sobre los motivos que han llevado hasta esa crisis. La armonía familiar es posible si hacemos las cosas con la cabeza bien puesta sobre los hombros.
La sinceridad con nosotros mismos sobre nuestros actos suele ser buena compañía.
Y si meditamos con la oración, ¡perfecto!, pues más sencillo nos resultará acercarnos al otro con otra postura.
La Madre Teresa decía «como no puedo fiarme de mí misma, me fío de Él (Dios) las 24 horas del día».
Esto es a lo que nos invita la Iglesia, a orar para que el Señor, que todo lo puede, nos ayude a entrar en la humildad. Para reconocer que el perdón es la clave para la armonía familiar.
El Papa Francisco en la homilía de la Eucaristía que celebró recientemente en Ginebra, nos recordaba estas palabras en relación a lo que vengo exponiendo: «Tendríamos que hacer una buena radiografía del corazón, para ver si dentro de nosotros hay barreras, obstáculos para el perdón, piedras que remover. Y entonces decir al Padre: “¿Ves este peñasco?, te lo confío y te ruego por esta persona, por esta situación; aun cuando me resulta difícil perdonar, te pido la fuerza para poder hacerlo».
Sobre todo es importante que los hijos vean en los padres ese perdón hecho realidad. No sólo entre ellos, sino también hacia los demás miembros de la familia.
Ante esta realidad no cabe tan sólo el encogerse de hombros y resignarse.
Por esto, el perdón siempre se muestra como la salida más acertada, signo de gran sabiduría y de un corazón humilde y sencillo.
«No te digo siete veces sino hasta setenta veces siete», nos recuerda S. Mateo con las palabras de Jesús en el Evangelio, en relación al hecho de que debemos perdonar siempre.
Al humillarnos y pedir perdón, entramos a formar parte de este misterio de Cristo y alcanzamos así la perfección de los Hijo de Dios.
La mejor escuela para los hijos es la enseñanza que reciben por lo que ven a diario, no por lo que se les dice de modo repetitivo.
[irp]
Si te ha ayudado no olvides compartirlo con los demás.
Y no te vayas sin tu SUSCRIPCIÓN AL BLOG!!
Un saludo y hasta pronto!!
[irp]